La Historia de Un Amor más Increíble
Karl Barth, un famoso y controversial, teólogo Suizo contemporáneo, fue un gran pensador, un escritor prolífico, y profesor en varias universidades Europeas.
En una ocasión fue enfrentado por un reportero que deseaba un sumario breve acerca de sus doce volúmenes sobre los dogmas de la iglesia. Barth le pudo haber dado una impresionante respuesta intelectual, pero no lo hizo. Citando del popular himno infantil, él simplemente dijo, “Cristo me ama, bien lo sé, la Biblia dice así.”
Y no existe prueba mayor de este amor que cuando Jesucristo, el hijo de Dios, entregó su vida por nosotros.
Fue Jesús quien dijo, “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos."1 Su propio amor, sin embargo, fue mucho más allá que esto. Él entregó su vida por sus enemigos así como por sus amigos.
Imaginese la tormentosa agonía que Cristo ha de haber padecido cuando fue clavado en la cruz. Este es el precio que él pagó al morir por nuestros pecados. Además de sufrimiento físico estaba el sentido de rechazo absoluto al ser desamparado no sólo por los pocos amigos que le quedaban, pero también por Dios. “¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has desamparado?”, gritó Jesús con voz fuerte desde la cruz.2
El amor de Dios por nosotros
nunca se basa
en lo que
hacemos—bueno o malo.
Pero tan grande era su amor aún por aquellos que le causaron su dolor tan agudisimo—aquellos que lo clavaron en la cruz, lo atravesaron con una espada en su costado, se burlaron de él, escupieron en su cara—que en medio de esta tortura inhumana él oró, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”3
Refiriéndose a esta oración, Thomas Carlyle dijo, “ Las palabras más sublimes que hayan salido de los labios de un ser humano.”
El amor humano muchas veces es condicional. Si somos lo que otros quieren que seamos y hacemos lo que ellos quieren nos amados. Si no, continuamente nos rechazan. Afortunadamente, el amor de Dios nunca es condicional. Nunca se basa en quien somos o lo que hacemos—bien o mal. Nos ama simplemente porque somos su creación.
¿Si Dios nos ama incondicionalmente, porque se opone tan vehementemente a nuestros pecados? Porque el pecado es tan destrutivo, aún completamente, la personalidad del ser humano. Destruye totalmente lo que Dios ama—nosotros. Mas no obstante, Dios aún ama a los pecadores. Por eso es que entregó a su hijo, Jesucristo, a morir por nosotros. Y ahora, a través de la muerte de Cristo, Dios nos puede salvar de nuestra propia suicidio.
Algunas veces pensamos que Dios es como un capataz con un “azote” esperando para golpearnos en los nudillos si rompemos alguno de sus mandamientos. Por cierto, una persona que yo conocía, sentía que si cometía ciertos pecados, Dios le mataría.
Esta visión falsa acerca de Dios usualmente se forma durante la niñez. Si, por ejemplo, tuvimos un padre o una madre muy estrictos, sentimos que Dios, nuestro padre celestial, es igual. Pero Dios no es así en lo absoluto. La realidad es que podemos ignorarlo totalmente o rechazarlo, y él continuará amándonos.
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